Lo recuerdo como si fuera ayer. Un caluroso día de junio. Mi compañera de aventuras y yo nos moríamos de la sed (terrenal, por si acaso). Como de costumbre, no teníamos ni un chele (aunque lo hubiéramos tenido no nos hubiera servido, para ese tiempo el agua era más cara).
De repente, se nos iluminó la mente: "vayamos al salón de profesores de primaria, que está vacío". Mala suerte. El salón estaba tan vacío como el botellón de agua........sin embargo, vimos la luz al final del camino, descubrimos un botellón con agua fría en la oficina de la Directora. Bueno aquí no hay nadie -dijimos al unísono-. Caminamos hacia nuestro ansiado oasis y cuando llevábamos el vaso por la mitad, escuchamos un ruido. Alguien venía y nosotras, solas, en el lugar de los hechos; lo único que se nos ocurrió fue escondernos detrás del escritorio (muy tonto porque si hubiera sido la directora nos descubre). Como siempre, me exploté de la risa, esta vez Mariví también. Como buenas espías (o delincuentes roba agua) que somos, nadie nos descubrió...Además, matamos la sed.......qué tiempos aquellos.
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