Eran las 12 del mediodía, el sol parecía estar apuntando sus rayos ultravioletas directamente hacia mí. Había decidido realizar ciertas diligencias en mi hora de almuerzo y ahora me dirigía, rápidamente, de regreso hacia mi humilde lugar de trabajo. Voy distraída pensando cómo agarrar la comida para que no se voltee cuando, de repente, el camino parece estrecharse. Levanto la vista. Sí. Un frutero y su carreta estaban a punto de atropellarme. Dios mío -pensé- en plena Sarasota, una calle donde ni siquiera hay transporte público, precisamente a MI me pasa esto........Perdóneme, no la vi -dijo el "conductor". No importa, fue lo único que atiné a decirle con una sonrisa de alivio y confusión.
Continué tranquilamente mi caminata, esta vez dejando atrás al frutero, quien parecía haber tenido un buen día, pues realmente no llevaba ninguna fruta (.....qué cómo estoy tan segura de que era un frutero? No lo sé).
La gran sorpresa me la llevé al cruzar al próximo bloque. Lo ví. No era lo que parecía. Más bien, era algo que nunca había visto. Una compraventa de zapatos usados. El local? Una paletera. Exacto, era uno de esos mueblecitos de madera (normalmente envejecida, al natural, claro) donde los paleteros normalmente venden galletitas, hojuelas y, claro está, paletas. Vaya -me dije a mi misma- eso sí que es innovar.
5 minutos después llegué a mi trabajo. Sí, sana y salva; pero hambrienta.
No comments:
Post a Comment