11/22/2010

Saludo, saludo, vengo a saludar....

Resulta y viene a ser, que por solicitud de un compi en el trabajo he cambiado el tono de mi saludo al contestar el teléfono. Según me ha dicho, sueno demasiado servicial. Pues mi nuevo saludo, aparte de parecerme bastante chistoso (por no decir rídiculo), no me representa. Lo siento, pero tengo que admitirlo, no porque me considere demasiado servicial, sino porque creo que es una cuestión de cultura.

Es una pena decirlo, pero con mi cambio de tono me he dejado llevar de lo que dijo alguien y le he dado la razón, aunque yo no pensase igual. Me he dado cuenta que debería ser un poco más apegada a mis propias ideas, aunque bueno, también es claro que a veces algunos cambios vienen bien, especialmente cuando uno está insertado en una sociedad que no es la propia.

Con esto no quiero inculpar a mi compi, de hecho es una persona super abierta y muy admirable diría yo (bueno, y cualquiera que le conozca). La verdad es que es mi panita del trabajo. Y personalmente creo que debemos apreciar a cualquier persona que nos acerque al conocimiento.

Ya pasando a temas menos debatibles y todavía más alegres, he visto que por todo Madrid están puestas las luces navideñas. Es casi un espectáculo porque hay muchas decoraciones y mucho que ver. Lo malo es que, como es propio de la época, las calles están inundadas de gente. Sin embargo, esto me da autorización oficial para tararear villancicos en cualquier momento. Además mi amiga, la come alfileres, y yo, que somos las olvidadas de la vida, ya estamos planeando nuestra cena de Navidad. Dada la poca cantidad de comensales que tenemos hasta ahora (enumero: 1. Ella, 2. Yo) creo que será una cena modesta. No, no serviré ensalada de alfileres, creo que haremos algo más suave para la disgestión. La verdad que el plan de la cena si está un poco prematuro, pero créanme que es preocupante cuando llega a tu cabeza repetidas veces la escena de Home Alone I, Mi pobre angelito o Sólo en casa (dependiendo de la parte del globo donde uno se encuentre) en la que Kevin se prepara una cena de microondas la noche de Navidad. Pues como esa escena mental me ha hecho entrar en pánico, prefiero planear de antes y tener mi “cuestión amarrada”.

Ya así termina la jornada de trabajo dejándome con un creciente antojo de un sancocho de habichuelas. Claro, será un poco españolizado (como casi toda mi comida) porque tendré chorizo haciendo el papel de carne. Pero esa es la ley de la vida: aceptar los cambios y hacer lo posible para ser felices con lo que nos da la vida, pero luchando a la vez por aquello que sí podemos mejorar, paradójico, lo se, pero también muy elemental.

1 comment:

Margaret Tlacuilo said...

como siempre, muy divertida tu manera de ver la vida y expresar tus ideas y la de los demas.....beshitos.