11/18/2010

Library day!

Ayer fue mi día de biblioteca. Es uno de esos placeres gratuitos que puedo disfrutar en esta ciudad: las bibliotecas públicas. Que además de ser muchas, siempre hay una cerca de donde vives.

Pues ayer en vez de ir a la que siempre voy, decidí probar una aun más cerca de mi casa. Así que tomé el autobús 38, y 5 minutos más tarde me encontré frente a un curioso edificio de donde sólo salía gente mayor. No puedo describir mi impresión en el momento. Sólo pensé que a lo mejor por esta zona sólo la gente mayor es asidua a los libros. Claro, mientras más pensaba más gente mayor iba apareciendo a mi alrededor. Cuando fui a entrar me fijé en un letrero que decía que era un centro comunitario para personas mayores. Pues entre el frío y la oscuridad de la noche me convencí a mi misma de que la bibio debería estar en algún lugar cerca, porque después de todo, estaba en la dirección correcta. Fue en ese instante que me fijé en una rampa lateral por la cual bajaba un extraño sujeto con abrigo oscuro y capa. Mientras se acercaba identifiqué su faz juvenil y sentí al instante una gran sensación de alivio.

Subí, entré y respiré ese aroma tan familiar. Polvo. Suerte que no soy alérgica, porque en realidad me gusta mucho estar entre los libros. Igual tampoco hubiera sobrevivido a mi trabajo de bibliotecaria que tanto me gustaba. La verdad es que cada vez que entro a una biblioteca, no importa dónde esté, siento una cierta familiaridad con el ambiente.Será porque me gustan mucho los libros o porque vivo entre el polvo, no lo se.

Fui a revisar el catálogo (Opac) para buscar el libro que me llevó hasta allí en esta ocasión: “La insoportable levedad del ser”. Ahí estaba N KUN INS, en un casi perfecto sistema de clasificación. Con mi referencia en mente, me dispongo a la búsqueda de mi libro, por las interminables estanterías del saber. Cuál fue mi sorpresa al descubrir un desorden tal, que hubiese hecho al mismo Dewey levantarse de su tumba. De N KIN pasamos a N JOY, luego volvemos a N KUN….que desilusión. Se que no soy precisamente la dama del orden, sin embargo una biblioteca desordenada no es algo que me cause mucha gracia (y eso que yo me río de todo). De más está decir que el libro ni lo encontré. Y eso que aparecía disponible. Un engaño más de mi amigo Opac que, más por omisión que por intención, suele pecar de mentiroso.

Al ver escabullirse cualquier oportunidad de encontrar el libro que me había llevado a hasta allí, decidí urgar las estanterías para ver si encontraba algo interesante para leer. Anduve por la N y nada apareció, en la H tampoco encontré nada. Pero, de momento, me encontré en la G, y lo ví: N GAR, por unos segundos dudé, incluso busqué otros libros así como para convencerme de que no era "ese" el libro correcto para este mes. Pero no encontré nada más. O a lo mejor no quise encontrar nada más.

Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Todo un reto para mí, considerando que la primera (y única) vez que intenté leerlo lo dejé a la mitad porque ya no sabía quién era quién.

Pues es así como, luego de rebuscar en el área de lenguas extranjeras y decidirme también por "The curious case of the dog in the nightime" y algún otro de Roald Dahl que no recuerdo el nombre (yo como la mamá gallina cargando para mis pollitos) pude comprobar la poca variedad de literatura en otros idiomas, y me dirigí al que alguna vez, en un lugar lejano y caluroso, fue mi puesto para dar check out a los libros.

Paso mi carnet, registran los libros con el código de barra, sellan la fecha, desactivan alarmas...y 17 de Diciembre...no es mi aniversario, pero si la fecha en que tengo que llevarlos de vuelta. Le doy las gracias al bibliotecario, quien por alguna razón me recuerda a Richard DeTamble, protagonista de The Time Traveler's Wife y me dirijo a la puerta con mi temor constante de que suene la alarma.

Y así es como termina mi travesía en los muros evolucionados (y españolizados) de Alejandría, esperando con ansias poder explorar las profundidades del Macondo de Aureliano Buendía.

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